Sin embargo, casi nadie acertó en predecir la envergadura que tendría el lanzamiento formal de la candidatura de Fujimori. Incluso, connotados voceros del gobierno —como el caso del director del diario Expreso, Manuel D’Ornellas— se limitaron a especular en torno al supuesto anuncio de un plan de apoyo social de grandes proporciones que Fujimori haría en su discurso del 28. Este mismo día, D’Ornellas señaló en su habitual columna: "Si el programa (social) resulta exitoso, Fujimori coronará su gestión añadiéndole la letra que faltaba y quitándole —de paso— sustento a la oferta electoral de Javier Pérez de Cuéllar".
Claramente, lo que esperaba parte del oficialismo y otros sectores sólo era eso: el énfasis en el tema social, talón de Aquiles (por lo menos el más visible) de la administración Fujimori, según las estadísticas proporcionadas por Foncodes en su informe de junio de este año, el cual da cuenta que cerca de doce millones de peruanos se encuentran en el rubro denominado ‘pobreza crítica’. Las palabras de Fujimori abordando este punto también habrían sido explotadas, al decir, de D’Ornellas, para ‘quitarle piso’ a Pérez de Cuéllar; sin duda, una expectativa que revela el pavor que causa en los círculos gobiernistas las probabilidades electorales del ex secretario general de las Naciones Unidas.
Pero Fujimori rompió con tales pronósticos eludiendo en su discurso cualquier notificación puntual sobre un pro, grama de apoyo social integrado y con financiamiento externo. Es más, el mensaje presidencial tan sólo formó parte de un conjunto de engranajes activados para lanzar de lleno la campaña hacia la reelección, en el que se procuró no olvidar el mínimo detalle, ni siquiera los gestos efectistas y demagógicos a los que nos tiene acostumbrados el candidato de Palacio.
Blitz Krieg fujimorista
En principio, debe destacarse la divulgación de dos spots publicitarios que han empezado a saturar las pantallas de televisión desde la semana pasada. Uno en el que se muestra las obras ejecutadas con los recursos del Fonavi, sobre todo en los sectores marginales. El otro es una versión ampliada del spot que se utilizara tanto en la campaña para la elección de los cecedistas (1992) como en el referéndum para aprobar la nueva Constitución (1993), con la conocida tonada: "Ahora sí, tenemos la oportunidad". En este último, se abusa de la utopía cuando aparece un ciudadano afirmando que "cada vez hay más trabajo".
Tales spots se complementaron con otros que, con motivo del aniversario de la Independencia, difundieron conocidas empresas privadas resaltando los nuevos tiempos" y "las esperanzas" que Fujimori ha inaugurado para el país.
En segundo lugar, la activa presencia de la primera dama de la nación, Susana Higuchi, en cada una de las ceremonias oficialistas programadas con motivo de Fiestas Patrias, denota que ella ha sido persuadida —al parecer, definitivamente— de contribuir a los fines reeleccionistas de su marido, tras varias semanas en que había hecho públicas y notorias sus diferencias de orden político con éste, incluso llegando a denunciar que —con motivo de sus críticas a una institución que protege el ministro de Salud— había sido amenazada a través de un teléfono privado de Palacio.
Doña Susana, a diferencia de años anteriores, acompañó a su esposo en el Te Deum llevado a cabo en la Basílica Catedral de Lima (en 1992, año del golpe militar, Fujimori no asistió a esta ceremonia). También se le vio en la galería principal del Congreso aplaudiendo varios pasajes del mensaje presidencial. Horas más tarde, encabezó la íntima reunión que se organizó en la residencia de Palacio para festejar el cumpleaños número 56 del jefe de Estado; otro gesto inusual en ella.
Interpelada por una periodista de Panamericana Televisión en los pasillos del Congreso sobre los rumores de su posible candidatura al Congreso y los impedimentos que le fija la ley, la señora Higuchi anunció que en esta semana convocará a una conferencia de prensa para tratar ese y otros temas.
Otro elemento que formó parte del ‘Blitz Krieg’ fujimorista en pos de la reelección fue la parada militar del día 29, en la que —como en los dos años anteriores— se hizo participar a los sectores civiles, en esta oportunidad en una proporción mucho mayor. A los ojos de los asesores castrenses y del aparato sicosocial del servicio de inteligencia, la incorporación de ciudadanos sin uniforme a este tipo de actuaciones permite Consolidar el binomio Pueblo-Fuerza Armada que requiere el proyecto de ‘democracia dirigida’ implementado por Fujimori y su cúpula militar. Proyecto preparado con una perspectiva de 20 años, según los informes secretos que revelara OIGA en julio del año pasado.
Un asunto de menor cuantía, pero que se lo hizo notar una periodista a Fujimori el día 29, luego de la parada militar, fue su ‘nuevo look’. El candidato a la reelección luce nuevos lentes que disimulan lo ajado que anda su rostro. "Es que se me rompieron los anteriores", explicó, como para salir del paso.
Demagogia a todo trapo
El plato de fondo en este coordinado esfuerzo de lanzamiento de la candidatura de Fujimori, lo constituyó, por cierto, el discurso del 28. Como se ha mencionado, las especulaciones en torno al mensaje fallaron notoriamente. Menos podía imaginarse la ciudadanía, los cecedistas, las autoridades, el cuerpo diplomático acreditado en el Perú y el Primado de la Iglesia Católica presentes en la sede del Poder Legislativo y quienes siguieron las incidencias a través de la televisión de lo que Fujimori sería capaz de hacer en un pasaje de su alocución.
Aquel gesto de tirar al aire un fajo de billetes de los antiguos intis, para graficar las nefastas consecuencias de la hiperinflación desatada en el gobierno de Alan García, fue chocante, infantil e indigno de un jefe de Estado. Hasta los edecanes presidenciales sentados delante del estrado principal del hemiciclo de la Cámara de Diputados quedaron perplejos al sentir caer sobre sus cabezas los menospreciados billetes, que finalmente se esparcieron por el suelo.
Demagogia sin límites la de Fujimori que no resulta nueva en la historia de los populismos latinoamericanos (ver Editorial), pero que en la actualidad contradice sobremanera la cordura que el pueblo le exige a sus gobernantes. En realidad, tan desconcertante actitud prueba la forma en que Fujimori subestima el criterio ciudadano.
En julio de 1989, cuando la hiperinflación empezaba a desbocarse sin destino alguno, OIGA quiso mostrarle a sus lectores el proceso que se estabaviviendo haciendo aparecer en su por uno de esos billetes en intis, auténtico papel moneda que fue adherido con goma en cada uno de los 40 mil ejemplares que salieron a circulación. Tales billetes estaban encima de una fotografía de Alan García puesta de cabeza. Nuestro titular fue concluyente: ‘Murió el Inti. Todo está patas arriba’.
En ese entonces, ¿qué hacía Fujimori, el hoy enérgico cancerbero de la hiperinflación? Pues nada menos que formando parte de ese gobierno que destruyó al país, integrando la Comisión Consultiva del ministerio de Agricultura; primero, apoyando a Remigio Morales Bermúdez y, después, a Juan Coronado Balmaceda, ministro este último que le concedió irregularmente el fundo ‘Pampa Bonita’, haciéndolo aparecer como ‘beneficiario’ de la Reforma Agraria.
(En 1991 Fujimori quiso premiar a Coronado Balmaceda con el cargo de embajador en Brasil, pero éste fue baloteado por el Senado de la República).
¿Qué hacía en ese entonces Fujimori? Organizándole pachamancas y almuerzos a García Pérez en su condición de rector de la Universidad Agraria de La Molina. O acompañando a Armando Villanueva del Campo y a Abel Salinas para calmar las protestas de los campesinos de Tarapoto. O visitando locales apristas para dictar ‘charlas’ sobre agricultura.
En ese entonces, ni una palabra contra la hiperinflación; ninguna protesta, ni gestos efectistas. Épocas en que ‘el agua y el aceite’ sí se podían juntar... Luego vendría el no shock.
Pero ahí no quedó todo. Después que Fujimori lanzara los billetes sobre el piso del hemiciclo, empezó a burlarse de los cecedistas, aconsejándolos que “no los recojan, porque estos mil billetes de 10 intis valen hoy un centavo”. Ninguno de los aludidos, ni siquiera los de la llamada oposición, tuvo la dignidad de pararse en ese momento y retirarse. Tras el discurso, algunos miembros del oficialismo se abalanzaron sobre los billetes para conservarlos, según dijeron, “como una curiosidad histórica”.
La burla y el menosprecio contra los representantes ante el CCD continuó en otra parte del mensaje presidencial, cuando Fujimori señaló que para ellos, como para la mayoría de peruanos, no significaba nada los nombres de las centrales hidroeléctricas de Muyo, La Pelota, Caclic, San Gabán, o los de los poblados de Pámpano, Ticrapo, Huaytará y otros. En un panel de un canal de televisión, el ex ministro Juan Incháustegui recordó que muchas de esas obras y las redes viales de esos pueblos fueron impulsados durante la segunda administración del arquitecto Fernando Belaunde –a quien nadie puede regatear su conocimiento de los lugares más apartados del país–, por lo que las palabras de Fujimori constituían una demagogia.
En general, el discurso de Fujimori tuvo el corte electoral ya esperado, en el que primó un recuento optimista de los logros obtenidos por el gobierno. Igualmente primaron las grandes mentiras y omisiones. Por ejemplo, cuando señaló que durante dos años había resistido las presiones que recibía para privatizar rápidamente las empresas públicas, pues él estaba esperando “el clima de seguridad, las condiciones propicias para la inversión, para proceder a la venta de las principales empresas públicas”.
Gran falsedad. El 3 de junio del 90, durante la polémica con Mario Vargas Llosa, dijo que en su probable gobierno mantendría el control de las empresas públicas en manos del Estado “donde el interés social así lo aconseja. No vamos a privatizar ni Petroperú, Entel Perú, Electroperú, ni los puertos, ni las aduanas, ni los correos”.
El 28 de julio de ese año, en su primer mensaje al Congreso, reiteró que la dramática situación de esas empresas, “no debe conducirnos a la idea simplista de privatizar todas las empresas públicas. Estas y otras empresas, reiteró, permanecerán siendo públicas”.
El 22 de febrero de 1991 dijo al diario Gestión que varias empresas públicas no serían privatizadas, “porque son sumamente rentables para el Estado, tales como Petroperú, Entel. Tampoco aquellas que posteriormente podrían pasar a ser monopolio privado”.
En suma, como puede apreciarse, lo que resistía Fujimori era la claridad necesaria para llevar adelante el proceso de privatización, tema en el que después daría un volteretazo de 180 grados. Algo que no estaría lejos de hacer en otros campos, donde sus promesas se las lleva el viento.
Mucho de falso también hubo en su entusiasta referencia a supuestos logros obtenidos en el sector Agricultura. En la última edición de la revista Perú Económico, el vicepresidente de la Asociación de Empresarios Agrarios, Alvaro Quijandría, señaló abiertamente que el gobierno no ha mostrado la voluntad política, necesaria para implementar las reformas estructurales que establezcan las bases del desarrollo sostenido del sector agrario. No hay créditos, la titulación de tierras está incompleta y sin una ley que la ampare, como tampoco existe una legislación que regule el uso de las aguas, sumado a ello el factor del atraso cambiario que perjudica a la agroexportación.
En términos amplios, mientras no se asiente el programa económico en un modelo exportador que abra mercados y genere divisas al país, pese al efecto inflacionario inmediato, los presagios en el campo de la economía son lúgubres (ver entrevista a Guido Pennano).
Finalmente, cabe decir que faltó el gran anuncio que muchas personas esperaban de Fujimori: la separación del gabinete del ministro de la Presidencia Raúl Vittor Alfaro, el socio encubridor del prófugo ex presidente del BCR Leonel Figueroa y gozoso beneficiario de las obras de construcción que ejecuta el Estado. Tal como lo señalaron los periodistas Juan Paredes Castro y Hugo Guerra Arteaga del diario ‘El Comercio’ en sus respectivos análisis del mensaje presidencial, estuvo ausente en el discurso de Fujimori los mecanismos de fiscalización para el uso de los recursos públicos para que esa honradez contagiosa de la que habla el presidente no sea una mera frase y se traduzca de manera más nítida a través de los mecanismos de supervisión de la toma de decisiones, del gasto público, del Presupuesto, de la Cuenta General de la República; en fin, de cada centavo y de cada bien del Erario Nacional, por modesto que sea", señaló Paredes Castro.
Por experiencia, sabemos que Fujimori jamás permitirá que los fiscalicen; ni a él ni a sus picaronazos. Menos en esta etapa electoral, donde se ha cercenado la posibilidad de que el JNE sancione a quienes cometen delitos electorales (ver nota más adelante); delitos que fueron moneda corriente en los tres últimos procesos.
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