Vistas de página en total

El combate donde Prat y Grau unieron fuerzas

No muchos saben que los héroes Arturo Prat Chacón y Miguel Grau Seminario combatieron juntos contra España a solo trece años de la guerra del Pacífico. La batalla se lidió en un pequeño puerto de la comuna de Calbuco en la décima región y se le conoce como el combate naval de Abtao.

LA GUERRA CONTRA ESPAÑA

Fue sostenida por Chile y Perú, como aliados, entre 1865 y 1866 y fue la ocasión para que entraran en la historia naval chilena figuras relevantes como el Capitán de Fragata Juan Williams Rebolledo, posteriormente Comandante en Jefe de la Escuadra Nacional.

-> El 18 de septiembre de 1865, el Almirante español José Manuel Pareja (hijo del General Pareja, muerto en Chile durante la campaña de 1813) recala en Valparaíso para reclamar el desagravio chileno por campañas de descrédito contra España, bajo amenaza de bloquear y destruir los dos principales puertos con su artillería. Chile declara la guerra a España, con una flota de tan sólo 2 buques con una suma de 22 cañones al mando de Juan Williams Rebolledo: Esmeralda y Maipú. Por su lado, España tiene 8 embarcaciones, con 238 cañones.

-> Las naves chilenas fueron enviadas a Chiloé a la espera de las negociaciones diplomáticas para formar una escuadra combinada chileno-peruana para hacer frente al poderío naval español. Perú se encontraba en una revolución interna y su escuadra dividida.

-> El líder revolucionario peruano, Mariano Prado, ofrece ayuda al enviado chileno, Domingo Santa María, y pide enviar a las embarcaciones chilenas a Perú para montar una expedición común. El Capitán de Corbeta, Juan Williams Rebolledo, debió sortear las embarcaciones españolas que controlaban el mar. Una vez en Perú, se entera de que esperan el desenlace de su propia revolución y emprende el viaje de regreso.

-> Los barcos chilenos recalan a reabastecerse de carbón en Lota cuando se enteran de que la goleta española Virgen de la Covadonga custodiaba el puerto de Coquimbo para impedir el contacto con el Perú. Al enterarse, Rebolledo ordena atacarla con la Esmeralda, zarpando el 21 de noviembre.

-> El de noviembre de 1865, la Esmeralda llega a Tongoy, enterándose de que Virgen de la Covadonga viajaría a bloquear el puerto de San Antonio, adelantándose. El 26 de noviembre de 1865 se llevó a cabo el Combate Naval de Papudo, cuando la Esmeralda rompió fuego contra la Covadonga. La artillería de la Esmeralda logró neutralizar al enemigo y la rendición de su Comandante, Luis Fery, entregando el mando a Manuel Thomson Porto Mariño. Rebolledo ordenó el cerrado de las escotillas para reparar la nave en puerto. La Esmeralda resultó sin bajas, mientras que la Covadonga sufrió muertes y heridos, mientras que 6 oficiales y 1 tripulantes quedaron retenidos.

La Virgen de la Covadonga pasó a ser el tercer buque de la escuadra chilena, el mismo que será utilizado posteriormente en los combates navales de Iquique y Punta Gruesa, en 1879, a favor de Chile.

Aparte de la dotación de artilleros, en la cubierta de la Esmeralda se distinguió la promoción de Guardiamarinas del curso de 1858, donde destacaron con relevancia Arturo Prat Chacón, Carlos Condell, Juan José Latorre, Luis Uribe y Jorge Montt, conocidos como el “Curso de los Héroes”, junto con otros participantes de la Guerra del Pacífico en 1879.

En medio de las conmemoraciones del Combate Naval de Iquique y sus consecuencias, hoy es poco difundida la campaña que sostuvieron Chile y Perú contra la Madre Patria, en un intento fallido por retomar esta parte meridional de sus ex colonias.

Días antes del Combate Naval de Papudo, el gobierno peruano fue depuesto por los revolucionarios y Mariano Prado asumió la Presidencia. El nuevo gobierno acordó el envío de su escuadra para unirse a la chilena en Chiloé. Antes de iniciar operaciones ofensivas contra la flota española, las fuerzas peruanas esperarían el arribo de los nuevos blindados a la isla. Se trataba de los históricamente célebres Huáscar e Independencia.

UNA BASE ESTRATÉGICA

El 3 de diciembre de 1865, inician la travesía las fragatas Apurímac y Amazonas y 44 días después las corbetas Unión y América.

En el entretanto, el recién ascendido capitán de navío Juan Williams Rebolledo, con la corbeta Esmeralda, la goleta Covadonga y el vapor Maipú, habían organizado el apostadero naval de Abtao, cerca de la isla de Chiloé. Este lugar de reunión de la flota aliada se dispuso en dos ensenadas (parte del mar que entra en la tierra) colindantes a la isla, ubicada en la ribera norte del canal de Chacao.

Se montó una maestranza capaz de reparar las naves de las naciones aliadas.

LA OFENSIVA ESPAÑOLA Y LA ESTRATEGIA ALIADA

El 10 y 14 de enero, zarpaban de Valparaíso las fragatas enemigas Villa de Madrid, al mando del comandante Claudio Alvargonzález y la Blanca, al mando del comandante Juan B. Topete, en búsqueda de la escuadra aliada.

Una semana más tarde, el Gobierno dispuso el desplazamiento del vapor Maipú hasta Magallanes, a fin de interceptar los transportes hispanos Odessa y Vascongada.

El 4 de febrero, se presentaron para el servicio en Abtao las corbetas peruanas Unión y América, muy escasas en carbón y víveres. Al día siguiente, el capitán de navío Juan Williams Rebolledo decidió ir con la Esmeralda a Ancud para procurar los elementos logísticos requeridos por las corbetas peruanas, dejando al mando al jefe de la división peruana, Manuel Villar.

EL MOMENTO DE LA VERDAD

El 7 de febrero, el vigía del apostadero anuncia a las 6.30 un buque a la vista que se creyó podría ser la corbeta Esmeralda. 90 minutos después se identifica, sin lugar a dudas, a las fragatas enemigas con una navegación muy lenta y precavida. Recién a las 3 de la tarde quedaron los contendientes a la vista.

El tiempo disponible desde el avistamiento inicial fue suficiente y muy bien aprovechado para preparar la fuerza aliada para el combate. Se calentaron máquinas y anclaron las 4 naves en línea de fila estrecha, unidas con espías (cuerdas con que se atan las embarcaciones para dar estabilidad), de manera de cubrir con sus cañones los dos accesos a la ensenada.

Se completaron las dotaciones vacantes en las dos corbetas recién arribadas, los cañones montados en tierra fueron cubiertos y se estableció una enfermería de campaña.

A las 3.30 de la tarde, la Apurímac rompió el fuego, y fue seguida por todas las unidades aliadas a una distancia de alrededor de 1.500 metros.

Durante el combate se le cortó una espía a la corbeta América. Ante ello, la Covadonga, al mando de Manuel Thomson Porto Mariño largó la suya a la Unión y fue a remolcar a la América, que se estaba bajo fuego del enemigo.

Cortado el remolque, decidió cañonear a la Blanca, que se creía varada. La Covadonga se acercó a 600 metros de su enemiga, cañoneándola por sobre el istmo (franja de tierra que une dos áreas mayores) que forma la isla Abtao y que lleva ahora el nombre de Thomson.

El duelo artillero se prolongó por casi dos horas, intercambiando entre adversarios unos 2.000 tiros, sin resultados decisivos. Esto, porque las naves españolas no se animaron a acortar la distancia, implicando para ellos el riesgo serio de varar por desconocimiento de la hidrografía de Abtao.

Optaron por retirarse hacia Valparaíso, sin haber podido dar cumplimiento a la misión asignada.

¡La fuerza aliada había triunfado en el rechazo de las naves atacantes!

UN BALANCE DEL COMBATE

En el Combate Naval de Abtao, durante la Guerra contra España en 1866, lucharon por el mismo bando y causa aliada, los jóvenes oficiales, Arturo Prat y Carlos Condell, por Chile, a bordo de la Covadonga. Por otra parte, Miguel Grau, a bordo de la Unión, y Juan Guillermo Moore, en la Apurímac, por Perú.

Todos ellos amigos fraternos y futuros comandantes rivales de la Esmeralda y Covadonga, por nuestro país, y Huáscar e Independencia por el país vecino.

Los combates navales de Iquique y Punta Gruesa tomaron lugar solo 13 años después, el 21 de mayo de 1879. Estos hombres, que debieron anteponer las prioridades de sus propias naciones a la amistad que los unía, se convirtieron en los máximos héroes navales en sus respectivos países.

Entradas populares

domingo, 30 de junio de 2013

LA TERCERA


LA TERCERA

CAPITULO V
VELASCO ALVARADO FIJA EL “DIA D” Y MORALES BERMUDEZ LO DESACTIVA

Que la lección escrita por los héroes de Tarapacá y los mártires de Arica no sea estéril. Si el adversario de ayer nos adelantó un golpe artero, que no se repita ahora... que no nos sorprenda, pues mientras haya un invasor, lucharemos. ¡Ahí está la Quebrada de Tarapacá como tumba de invasores y ahí está el Morro de Arica como un puño retador!".

Esta arenga, pronunciada a fines de 1974 por el coronel Hugo Sotillo Monasterio, jefe del Estado Mayor de la III División Mecanizada, con asiento en Arequipa, retumbaba en los oídos de los mandos peruanos que en el verano de 1975 tenían en sus manos la orden de batalla para invadir Chile. La decisión política estaba tomada y Velasco sólo esperaba la coyuntura adecuada para fijar un nuevo Día D.
En Chile se trabajaba en dos frentes. La amenaza bélica obligó al gobierno a seguir comprando armamento para equilibrar en algo el poderío peruano. De hecho, el gasto militar se elevó de un 3.3% del PGB al 53% en 1974 y al 5.7% en 1975. Pinochet siguió buscando un entendimiento con Bolivia con el fin de evitar que se consumara la histórica alianza Lima-La Paz. En enero del 75 las conversaciones con Banzer iban bien encaminadas cuando un hecho imprevisto precipitó los pasos diplomáticos: el propio Banzer llamó a su colega chileno solicitándole que le tendiera la mano ya que su gobierno estaba sufriendo el acoso de la extrema izquierda y un gesto concreto de Chile en torno al tema de la mediterraneidad podía evitar su caída. Pinochet no dudó en socorrerlo, dada la gran afinidad ideológica y respeto que existía entre ambos. Al mediodía del 8 de febrero se materializó un inédito encuentro de ambos en Charaña, que acercaba posiciones.
La audaz ofensiva diplomática chilena cayó como bomba en Lima. Este hecho ocurrió en momentos en que el Gobierno Revolucionario del Perú atravesaba una de sus peores crisis internas. El gasto militar se había hecho socialmente insoportable y la unidad de las Fuerzas Armadas se resquebrajaba a medida que crecía la infiltración soviético-cubana en sus filas. El peligro de una guerra civil estaba ad portas: días antes de Charaña, el 5 de febrero, se había insubordinado la policía e incidentes en la capital peruana habían dejado un saldo de 86 muertos y 1.800 detenidos. Todo esto significaba un duro traspié para Velasco. Atacar Chile pronto no sólo desactivaría una eventual guerra civil, sino que le permitiría cumplir el sueño de su vida: ver izada la bandera peruana en el Morro.
Apoyado por sus "halcones", Velasco activó entonces el plan de guerra fijando día y hora para el ataque: 6 de agosto de 1975 a las 06.00 hrs. El Cuartel General Conjunto se estableció en Arequipa al mando del general Gonzalo Briceño, quien junto con los comandantes de la Fuerza Naval Operativa del Pacífico Sur y de la Fuerza Aérea, constituyeron el Comando General de Operaciones, que se instaló en el cuartel Albarracín de Tacna, y el de Reserva en Moquegua. En éstos se incluyó a los jefes de la Guardia Civil, entre ellos al coronel Aguilar, quien sería nombrado gobernador de Arica en la ocupación.
A partir de marzo, la flota —con los cruceros Grau y Bolognesi y las fragatas Palacios, Ferré y Gálvez más otras unidades menores— fondeó en los puertos de Mollendo y Matarani, preparándose para hostigar y bloquear Arica y Pisagua. Los paracaidistas se encontraban en Arequipa bajo el mando del coronel de comandos Domingo Pérez Santa María. Ellos serían los encargados de iniciar el ataque con un salto masivo sobre la quebrada de Camarones, a 80 kilómetros al sur de la frontera. Ellos calcularon que sus bajas bordearían el 50%, pero tendrían éxito en la difícil misión de evitar que la guarnición de Arica fuera auxiliada por las fuerzas de Iquique y Antofagasta. Velasco se había reservado para sí la conducción directa de la guerra, pero un hecho imprevisto —un fuerte stress y una grave recaída que lo tuvo al borde de la muerte— lo mantuvo alejado de estos preparativos entre marzo y mayo de 1975. Al tanto de los movimientos del adversario, Chile acentuó sus preparativos defensivos. Según la apreciación del alto mando, las probabilidades de guerra con Perú eran del 70%. El Teatro de Operaciones Norte (Arica-Copiapó) siguió al mando del general Forestier, mientras el coronel Jorge Dowling sucedió en el regimiento Rancagua a Odlanier Mena, destinado a la Dirección de Inteligencia. El general Julio Canessa, a cargo del refuerzo, organizó el traslado de todo el material pesado del Ejército y su munición a sus lugares de empleo y logró conformar una masa de unos 40.000 hombres preparados para partir en cualquier momento a la zona del conflicto. A fines de julio, Velasco se apersonó al "Pentagonito" —sede del Comando de las Fuerzas Armadas— revisó los planes, analizó los mapas desplegados y entregó sus últimas instrucciones. Luego partió a Arequipa con el fin de arengar personalmente a las tropas: "¡Soldados! —señaló emocionado— En ustedes recaerá para la historia el escribir la página más brillante del ejército moderno, cuando sus botas pisen nuestro suelo santo de Arica, recién entonces podremos decir: ¡Bolognesi, puede usted, mi coronel descansar en paz!".

PERU DECLARA PERSONA NON GRATA AL EMBAJADOR BULNES
Durante el curso de 1976, Chile no descartó la posibilidad de que la Unión Soviética utilizara al Perú para que —en conjunto con Cuba— iniciaran una "guerra de liberación" contra Chile y su régimen político. Ese año la revista Aviation Week publicó un reportaje sobre La Joya, señalando la activa presencia en ella de aviadores y técnicos soviéticos. Por su parte, el Defense and Foreign Affairs Daily comentaba que 3.500 soldados cubanos estaban estacionados en Panamá a la espera de ser enviados secretamente al Perú.
A fines de 1976, Perú activó nuevamente su aparato militar luego de fijar oficialmente su posición contraria a la idea chilena de un corredor marítimo para Bolivia. A partir de noviembre se hicieron sentir una serie de manifestaciones hostiles contra Chile, intensificándose la campaña psicológica sobre la población. Se buscaba convertir en un casus belli el rechazo de Chile a la internacionalización de Arica que había propuesto Lima.
La situación se hizo crítica cuando se detuvo a un teniente coronel de Carabineros y a su señora que estaban de paseo en Tacna. Los alumnos de los colegios salían a la calle luciendo insignias de unidades militares y a los del último año se les invitaba a recibir entrenamiento de paracaidistas. En diciembre, los servicios de inteligencia chilenos advirtieron el regreso de 50 oficiales peruanos procedentes de la URSS tras recibir instrucción en material blindado y se enteraron de la instalación de una unidad de inteligencia encubierta como oficina de información turística en el complejo fronterizo Santa Rosa.
También se tuvo conocimiento del desembarco nocturno en Pisco de 37 carros anfibios y cajones de munición, identificados con una estrella roja. La carga fue llevada en camiones civiles manejados por militares hasta Arequipa y varios helicópteros efectuaron ejercicios de desembarco de tropas en esa ciudad y en Puno. En Arequipa se había creado la III División de Servicios, gran unidad destinada a apoyar al ejército de operaciones, lo que significaba en suma que la movilización peruana se había cumplido en todas sus fases. En ese contexto, el ministro boliviano de Integración declaró que estimaba inevitable un enfrentamiento armado entre Chile y Perú.
La inminencia del conflicto motivó que el 13 de diciembre de 1976, a solicitud del ministro de Defensa, general Hermán Brady, se reuniera la Junta de Comandantes en Jefe. Allí se acordó poner en ejecución el Plan de Protección de la Zona Interior "Patria Libre", señalándose la lista de tropas que cumplirían las misiones allí asignadas. En el Ejército, el peso recaía sobre las VI y I División, con un núcleo de refuerzo y una reserva para el comandante en jefe, integrado por una unidad de paracaidistas. El 70% de la capacidad operativa del ejército quedó asignado al Teatro de Operaciones Norte. Para la Armada, la mayor amenaza la representaban los ocho submarinos peruanos, que podían atacar nuestra Escuadra en puerto sin previa declaración de guerra y cortar las comunicaciones marítimas.
La Fuerza Aérea había logrado reconvertir una aviación de transporte y entrenamiento en una de combate y, aunque estaba lejos de competir con la peruana, estimaba que podía sostener 15 días de operaciones. La conclusión de aquella reunión fue que "la curva de tensión sigue aumentando de nivel día a día y en forma pronunciada, no sólo porque el adversario del norte así lo desea y busca, sino porque la URSS y sus satélites indirectamente así lo imponen. Por lo tanto, cada día con mayor certeza se aproxima inexorablemente el conflicto que tendrá que enfrentar nuestro país con Perú.
En todo caso, la guerra durará hasta que no existan adversarios ocupando territorio propio y se desarrollará en cualquiera de sus formas".
La salida de los "halcones" del gobierno de Morales Bermúdez y la necesidad de éste de centrar su atención en el frente interno volvieron a postergar las ambiciones peruanas. La guerra constituía una aventura muy cara para el nuevo Presidente, quien pese a ser muy amigo de Fidel Castro, era un militar mucho más frío y mesurado que Velasco y consciente de que la creciente fortaleza económica y militar de Chile podía jugar en su contra. Chile por su parte, sólo deseaba la paz con su vecino del norte. El escenario había cambiado. Los lazos de amistad con Bolivia se habían roto y el conflicto con Argentina por el tema del Beagle estaba llegando a su climax. En este contexto, el 20 de diciembre, cuando las escuadras de Chile y Argentina estaban a horas de enfrentarse en los mares del sur, el semanario El Tiempo de Lima destapó una noticia que exacerbó los ánimos de los peruanos contra Chile: dos oficiales de la Marina chilena —el capitán de fragata Sergio Jarpa G. y el teniente Alfredo Andohasegui— habían sido expulsados del país al sorprendérseles sacando fotografías de la base aérea "El Pato", ubicada muy cerca del puerto de Talara, donde el petrolero "Beagle" de nuestra Armada había recalado días antes. El caso era de película: la camioneta celeste en que circulaban los oficiales chilenos había sido enviada por el agregado naval de nuestra embajada, el capitán de navío Jorge Contreras, hermano del ex director de la Dina, y fue interceptada abruptamente en plena carretera Panamericana por los servicios de inteligencia peruanos que seguían todos los pasos de los chilenos. Para Francisco Bulnes Sanfuentes, nuestro embajador en el Perú, la situación no podía ser más desafortunada. Sólo dos meses antes, en octubre, los mismos servicios de inteligencia habían detectado que un ex suboficial de la aviación peruana, Vargas Garayar estaba vendiendo información clasificada al personal militar de la embajada chilena. Se trataba, entre otras cosas, de la ubicación de La Joya y de planos de otras instalaciones militares.
Luego de complicadas negociaciones, Bulnes logró que los cuatro militares chilenos presuntamente involucrados con Vargas Garayar fueran enviados a Chile, en el entendido que aquí serían sumariados. En tanto, el ex suboficial peruano, de sólo 26 años y con problemas siquiátricos, fue sometido a un rápido juicio por un tribunal militar, siendo condenado a muerte por traición a la patria y al pago de una indemnización a favor del Ministerio de Aeronáutica de 500 dólares. El 20 de enero, luego que el consejo de ministros le negó el indulto, la sentencia fue cumplida. Ese mismo día, y conscientes que alguien debía calmar a una población peruana indignada por la información que venía conociendo, el embajador Bulnes fue declarado persona non grata. La expulsión de nuestro embajador fue el último episodio de una década plagada de tensiones. Todo el esfuerzo realizado por miles de soldados anónimos para proteger el norte había tenido éxito. Fue la capacidad de disuasión de Chile, forjada en un período extremadamente difícil, la que en definitiva garantizó la paz.

ANEXOS CAPITULO V
LA CIA: ¿DONDE ESTAN LOS TANQUES PERUANOS?
Todo estaba listo cuando —a última hora— se detuvo la invasión. Los tanques peruanos habían iniciado su desplazamiento cuando fueron detectados por un satélite norteamericano. En una entrevista de mayo de 1996, el general Vernon Walters, por entonces subdirector de la CÍA, afirmó que "de vez en cuando hacíamos pasar un satélite sobre Perú para ver dónde estaban sus tanques...
Una vez no los vimos más y yo dije: estoy seguro que están en la frontera con Chile. ¿Han mirado la frontera con Chile? Me dijeron no podemos saber por la trayectoria de los satélites... Fue uno de los momentos en mi vida en que sentí poder y ordené: ¡desplacen los satélites! Y allí estaban los tanques".
Todo hace pensar que para evitar un conflicto armado en su patio trasero, el gobierno norteamericano haya frenado a Velasco. Veinte años más tarde Zimmermann, el jefe de prensa del general peruano, dio luces de otra posible explicación: "El ejército peruano debió cruzar la frontera y recuperar Arica ese 6 de agosto de 1975. ¿Por qué no lo hizo? El general Morales Bermúdez, por entonces comandante general del ejército, es quien debe responder esa pregunta. El debe explicar por qué fue a La Paz y en reunión con Banzer paralizó la reconquista de Arica".
Morales estuvo efectivamente en Bolivia por estos días, encabezando la delegación peruana para la conmemoración de la independencia del país altiplánico. En esa oportunidad, por parte de Chile viajó el general Sergio Arellano, el coronel Odnalier Mena y Mario Silva Concha, jefe de protocolo de la Cancillería. Cuenta Mena que en el salón de honor del palacio legislativo habló Banzer, tocando tangencialmente y en términos muy mesurados el tema marítimo. Pero luego lo hizo Carlos Andrés Pérez, Presidente de Venezuela, quien en un tono cargado de odiosidad contra Chile dijo que "éramos un pueblo de conquistadores que aprovechando nuestra superioridad le había arrebatado a Bolivia su extenso litoral, quitando valiosos territorios al Perú". Los oficiales chilenos —que vestían uniforme— se sintieron tremendamente incómodos con el exabrupto, pero a la salida, Morales Bermúdez, en un gesto sorprendente, les pidió que en vez de asistir a la recepción oficial se fueran a tomar una copa con él a su suite en el hotel. Allí les dijo que por sobre toda otra consideración, él apreciaba la amistad chileno-peruana y que había que trabajar por ella. Tres semanas más tarde derrocó a Velasco y desde Tacna —a través del general Artemio García— llamó a Mena para decirle que los movimientos de tropas no estaban dirigidos contra Chile, sino que para solucionar problemas internos.
De hecho, Morales reorientó la gestión del gobierno peruano y como Presidente se inclinó por cerrar el ciclo revolucionario iniciado en 1968. La guerra contra Chile quedaba así postergada hasta lograr recomponer la unidad interna del país. Durante unos meses la tensión entre ambos países disminuyó ostensiblemente, pero no desapareció.

VERNON WALTERS
PINOCHET – KISSINGER : UN DIALOGO CRUDO
Pinochet aprovechó la presencia de Henry Kissinger en la Asamblea General de la OEA que se realizaba en Santiago para buscar un acercamiento con Estados Unidos. La reunión entre Pinochet y Kissinger tuvo lugar al mediodía del 8 de junio de 1976. 

Pinochet: Perú se está armando. Está tratando de comprar un portaaviones británico por 160 millones de dólares y ha encargado cuatro lanchas torpederas en Italia, rompiendo el equilibrio de armas en el Pacífico Sur. Además tiene 600 tanques rusos. Nosotros estamos haciendo lo que podemos para mantenernos en pie en caso de una urgencia.

Kissinger: ¿Y dónde consiguen armas ustedes?

Pinochet: Modificando lo antiguo. El hambre agudiza el ingenio. Estamos recuperando carros antiguos y elementos de artillería. Nuestro pueblo es de gran empuje y no tiene problemas con los indios. Ellos tienen muchos elementos indígenas.

Kissinger: Ustedes, en el pasado han ganado sus guerras.

Pinochet: Nunca hemos perdido una guerra. Estamos orgullosos de ello. Y si aquí pasa algo, ¿cuál será la actitud de los Estados Unidos?

Kissinger: Dependería de quién fuera el agresor en la guerra.

Pinochet: Es cuestión de ver lo que está pasando, y usted lo sabe por satélites.

Kissinger: Si ustedes ocupan Lima, van a contar con poco apoyo en la opinión americana.

Pinochet: Eso es imposible. No tenemos medios. Kissinger: Si Perú actúa o ataca sería muy grave porque posee armas soviéticas y cuenta con instructores cubanos.
(Largo silencio).

Kissinger: Mientras yo sea Secretario de Estado, nosotros nos opondríamos por medios diplomáticos. No sería fácil producir una actuación o apoyo norteamericano, dependeríamos de los mecanismos de la OEA.

Pinochet: Tendríamos que luchar entonces con nuestras propias armas.
(Silencio largo).

Kissinger: Estoy tratando de hacer una distinción entre preferencias y probabilidades. Depende de cómo ocurra.
Si es un acto abierto de agresión, tendríamos mayores medios de resistencia.

Pinochet: No nos pongamos en el mejor caso.

Kissinger: ¿Cuál sería este?

Pinochet: Un ataque chileno simulado por los peruanos, con el contraataque de ellos. Aparecería como que se estan defendiendo de nosotros. ;

Kissinger: Yo creo que eso no es tan fácil pretenderlo. ¡Lo sabríamos a través de nuestros servicios de inteligencia!. Si ustedes no son los agresores se puede recurrir a los mecanismos del sistema interamericano y no permitir que la agresión se convierta en un medio de resolver disputas internacionales.

Carvajal: El problema de las relaciones con Perú se complica por la influencia cubana. Nos preocupa que los cubanos que se retiran de Angola puedan llegar a un país sudamericano.

Kissinger: Si las tropas cubanas aparecen en Perú, ustedes pueden estar seguros de que contarán con apoyo norteamericano. Estados Unidos no permitirá otra Angola en este hemisferio.

Pinochet: En Perú hay actualmente entre cuatro y cinco mil cubanos.

Kissinger: En ningún caso toleraremos una intervención de Cuba o que haya otra aventura militar como la de Angola.

EL FARO DEL MORRO
La población de Arica observaba con atención una especie de faro instalado en la cima del Morro, cuya luz amarilla significaba "alerta'1 y la roja "peligro inminente". Aquella luz roja movilizó a los ariqueños varias veces, tanto porque los peruanos se movían sospechosamente, como porque se efectuaban ejercicios para comprobar el grado de alistamiento. En los cines, sin previo aviso, mientras se exhibía una película, de repente aparecía en pantalla una citación a los miembros del club deportivo San Martín —comandante del 4° de Línea caído en el asalto al Morro en 1880— lo que significaba que los reservistas se presentaran de inmediato al regimiento.

EL COMBATE DEL MARGA – MARGA
La Marina detectó en febrero de 1976 un submarino que por sus características podía ser peruano o soviético. Hubo movimiento en la Escuadra —en Valparaíso— y muchos testigos civiles —entre ellos el historiador Cristian Gazmuri-— sintieron el remezón de las explosiones y escucharon claramente el sonido de las cargas de profundidad y las columnas de agua que se levantaron cerca de Reñaca. Hasta hoy este episodio, que en la jerga naval es conocido con el nombre del "combate de Marga-Marga", está envuelto en un manto de misterio. Circulan versiones que el submarino era peruano tomando como antecedente que el anuario Jane's publicó escuetamente: "Rimac: lost."

Fuente:

Patricia Arancibia clavel,  La Segunda de Chile. Serie histórica. Patricia Arancibia Clavel. Chile-Perú. Una década en tensión. 1970-1979.