Estas dos anécdotas forman parte de la comedia en que se ha convertido la intervención estatal del Banco de Crédito —y por extensión de las demás empresas bancarias, financieras y de seguros—, que la semana pasada le costó la cabeza nada menos que al presidente del Comité de Administración, Rómulo León Ramírez, tras un episodio que puede llamarse “El trampeador trampeado” o “El caso de los cheques perdidos que nunca se perdieron”.
El Juez lbazeta descorre el telón
Este episodio comienza el miércoles 4 de noviembre cuando, conminado por el Juez Marcos Ibazeta Mariño, del 9º Juzgado de Instrucción, la Bolsa de Valores de Lima retira del despacho del magistrado los siete cheques de gerencia que, por un monto de I/. 1,030'135,546.31, había girado el Banco de Crédito a la orden de la Bolsa, para cancelar la compra de 338’407,413 acciones de ese banco hecha por alrededor de 4,500 de sus trabajadores.
El cobro de esos cheques, girados el 14 de octubre, había sido bloqueado con recursos vedados: el Comité de Administración fraguó actas y la CONASEV suspendió las operaciones en la Bolsa de Valores ese día. Sin embargo, los corredores depositaron los cheques en la cuenta que la Bolsa tiene en el Banco de Comercio y plantearon una acción de amparo ante el Juez Ibazeta, quien ordenó a la Bolsa y al Banco de Comercio que terminaran la cobranza de esos documentos.
La Bolsa de Valores informó a los interventores que no le quedaba otro recurso que cumplir con la orden judicial y el viernes seis envía los cheques al Banco de Comercio para que éste los presente, para su canje en la Cámara de Compensación de Banco Central de Reserva. Una oficina a la que sólo ingresan personeros debidamente acreditados por sus instituciones, después de cumplir lentos y minuciosos trámites.
Secuestro frustrado
Enterado de que el Banco de Comercio iba a presentar esos cheques a la Cámara de Compensación el lunes nueve, el Consejo de Gerencia del Banco de Crédito, integrado por 22 gerentes, acuerda que sus personeros habituales concurran a esta diligencia con el especial encargo de verificar la presentación de dichos cheques, tanto para cautelar los intereses del banco como los de sus 4,500 nuevos accionistas, pues existían fundados temores de que fueran hechos desaparecer en otro intento por invalidar la operación de compraventa de las acciones.
A las 4.30 de la tarde llegan a la Cámara de Compensación los personeros del Banco de Comercio llevando los siete cheques de gerencia en una planilla especial. Giussepe Di Francesco, gerente del Banco de Comercio, ha dicho que hizo esto teniendo en cuenta las circunstancias especiales que rodeaban el curso de esos documentos. En otra planilla aparecía un cheque por I/. 9'545,551.62 por otra operación bancaria.
Complicados en la operación de secuestro de los siete cheques, funcionarios del Banco Central de Reserva cuestionaron las planillas separadas y ordenaron que se hiciera una sola. Los primeros cheques que recibieron los personeros legales del Banco de Crédito fueron los siete del Banco de Comercio. Cumpliendo las instrucciones recibidas del Consejo de Gerencia, uno de los personeros se dirigió al Banco de Crédito para proceder a su asiento contable, mientras el otro se quedó recibiendo los demás cheques —más de 30 mil—entregados por otros bancos para su canje.
Cuando la operación ya estaba por completarse, llega a la Cámara de Compensación un empleado del Banco de Crédito, Miguel Puga Esquerre, enviado por el Comité de Administración para recoger todos los cheques.
El trampeador trampeado
Cuando Puga Esquerre llegó al banco con una bolsa repleta de cheques, fue recibido por Rómulo León Ramírez en el salón de directorio. Mientras León Ramírez felicitaba a su empleado porque había logrado entrar a la Cámara de Compensación del BCR y retirado los cheques sin ser personero autorizado, los demás interventores comenzaban a buscar los siete cheques de gerencia. De pronto, alguien gritó desesperado: “¡No están los siete cheques; maldita sea!”. Los 30,000 cheques, esparcidos sobre la enorme mesa del salón del directorio fueron revisados uno por uno, una y otra vez, hasta que los interventores, con el rostro desencajado, se convencieron de que, efectivamente, los siete cheques no se encontraban allí. León Ramírez cogió el teléfono y llamó a Pedro Coronado Labó, flamante presidente del BCR: “Nos han jodido... no están los cheques”, habría dicho. El empleado Puga Esquerre fue despedido poco menos que a patadas por León Ramírez.
Entretanto, los funcionarios autorizados del Banco de Crédito, en posesión de los siete cheques, procedieron a contabilizar su ingreso, tanto en los libros como en el centro de cómputos. Desde ese momento la operación de compraventa de acciones quedó perfeccionada. Los cheques, carentes ya de valor, podían ser archivados, microfilmados, y destruidos, como ocurre generalmente. Pero como cabía la posibilidad de que cayeran en manos de los interventores y éstos los hicieran desaparecer para alegar después que nunca habían llegado al banco y su contabilización había sido fraudulenta, el Consejo de Gerencia adoptó el acuerdo de depositarlos en custodia en una notaría con instrucciones de que únicamente fueran exhibidos a la Superintendencia de Banca y Seguros y a la autoridad judicial competente, comunicando esta decisión a la Superintendencia. Esta comunicación recién pudo ser cursada el jueves 12 por razones que veremos más adelante.
La noche triste
La noche del lunes nueve fue muy larga y vergonzosa para los interventores del Banco de Crédito. Se dice que el fracaso de la “operación secuestro” llenó de indignación presidente García, quien tomó la decisión de despedirlos a todos. Se dice también que Coronado Labó calmó los ánimos, se trazó una nueva “estrategia” y el único despedido fue Rómulo León Ramírez. Esa misma noche el Banco Central de Reserva anuncia públicamente la desaparición de los siete cheques y comunica que no procede considerar su monto de I/. 1,030'135,546.31 como saldo a favor del Banco de Comercio y en contra del Banco de Crédito en sus respectivas cuentas corrientes. Al filo de la medianoche se decide también declarar un feriado bancario en el Banco de Crédito con el pretexto de realizar un arqueo de valores e inventario físico y se nombra a Maximiliano Gamarra Ferreyra como nuevo presidente del Consejo de Administración. Gamarra, Superintendente de Banca y Seguros durante la dictadura velasquista, es un experto en operaciones bancarias.
El que busca no siempre encuentra
El martes y el miércoles el Banco de Crédito no abre sus oficinas para nadie, ni siquiera para sus empleados ni funcionarios. Expertos de la Superintendencia, bajo la dirección de Gamarra, buscan los cheques, tratan de verificar si han sido registrados en los asientos contables. Pero no encuentran nada, sencillamente porque no saben buscar y porque toda la documentación está bajo llave. Usualmente, los feriados bancarios se declaran para no atender al público, pero empleados y funcionarios trabajan a puerta cerrada y, en el caso de inspecciones de la Superintendencia, están a la mano para absolver cualquier consulta, para presentar documentos, etc. ¿Pensaban acaso los interventores que la documentación del banco, sobre todo los asientos contables, se quedan sobre los escritorios, a la vista de todo el mundo, como volantes de circo?
Los cheques estaban a buen recaudo
La Superintendencia anuncia que en el arqueo hecho se ha comprobado que la operación de canje de los cheques no se encontraba contabilizada en los registros del Banco de Crédito ni tampoco fueron físicamente contabilizados. El Banco Central de Reserva anuncia la desaparición de los siete cheques de gerencia y presenta una denuncia ante la Policía Fiscal. Los diarios gobiernistas gritan desde sus titulares: “Ladrones de guante blanco. Banqueros robaron billón de soles”.
El jueves 12, empleados y funcionarios pueden volver a entrar a trabajar. Recién el Consejo de Gerencia puede cumplir con uno de sus acuerdos adoptados el lunes nueve: ese día sus personeros dirigen una carta a Gerardo Malincovich Costa, Superintendente interino de Banca y Seguros, comunicándole todos los pasos dados en relación a los siete cheques de gerencia, desde su presentación a la Cámara de Compensación del Banco Central de Reserva hasta su contabilización en los libros del Banco, y le comunican que esos documentos originales se encuentran depositados en custodia en la Notaría Pública del doctor Manuel Soya de la Piedra, “quien podrá exhibirlos a esa Superintendencia y/o Autoridad Judicial competente, si así lo requieren”.
¿Se quedó el APRA sin banco?
La desesperación hace olvidar las formas. Legalmente los feriados bancarios los decreta la Superintendencia. Pero ahora ya no importa quién los ordene. El Comité de Administración decreta un feriado bancario para el viernes. ¿Con qué objeto? Eliminar los asientos contables, no se puede. Menos aun borrar la operación de las computadoras. Ese día los trabajadores del banco se quedaron sin cobrar su sueldo. Y la Policía Fiscal, con un fiscal y una corte de policías y periodistas, “descubre” los “cheques robados”, la “prueba del delito”, en la Notaría del doctor Noya. Las autoridades secuestran los cheques, pero esto ahora ya no tiene importancia porque son documentos sin valor.
El lunes veremos si la comedia ha terminado o si sus protagonistas le añaden uno o más actos, en su desesperación por anular una operación que ha hecho que —por lo menos legalmente— el Banco de Crédito se escape de las manos del gobierno aprista.
La destrucción del Banco de Crédito: venganza aprista
Entretanto, los continuos feriados bancarios están atentando no sólo contra los intereses propios de los ahorristas de ese banco, sino contra la economía del país en general porque, como dice la Confederación Nacional de Comerciantes en carta dirigida al ministro de Economía y Finanzas, el Banco de Crédito es el engranaje principal del circuito monetario del país, al que están íntimamente ligados los otros bancos, así como las gestiones que los diversos sectores, tanto de la producción como del comercio de exportación e importación, efectúan.
Como dice CONACO, la gran mayoría de las actividades de financiación, cartas de crédito, transferencias, depósitos bancarios y retiros, así como operaciones con especies valoradas que se ejecutan en el país, están estrechamente ligadas a decisiones que emanan de consultas directas con el Banco de Crédito, lo que significa que gran parte del movimiento económico del país se efectúa con la participación del Banco de Crédito.
¿Será la venganza aprista la destrucción de la primera institución bancaria y financiera del país?
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